"Los que pueden, actúan. Los que no pueden y sufren por ello, escriben. El acto de escribir, constituye una de las acciones mas profundas del sentir del ser humano. Ayuda a quemar la grasa del alma"

Ernest Hemingway.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Cavilaciones

Le di tres vueltas al mundo y hablé con todos allá afuera.
Vi delfines rojos nadando en el Amazonas y la puesta de un sol hermoso en las montañas de Chipre. Vi el maíz volverse azul en México y un volcán enojado que fumaba por la boca en Guatemala.
Conozco en Turquía un tipo que baila sobre una cobra, y un palestino de ojos de vidrio que lee con los dedos.
Conozco en París una gitana rumana que hace dinero cantando en los trenes y mintiendo con la baraja, una bruja en Italia que adivina el futuro en la hoja de un cuchillo, y un indio que camina descalzo en la selva del Perú.
Vi hombres más negros que la noche en Belice, y mujeres más blancas que la leche en Kosovo.
Vi un camello en el Sahara escupir en mi comida, y niños desnudos muriéndose de hambre en las calles de Haití.
Puedo marchar más duro y más lejos que cualquier atleta olímpico, porque soy un guerrero y cargo mi equipo y en los pies llevo mis botas en vez de zapatillas.
Soy hombre fuerte, cabeza rapada, siempre estoy listo para la pelea. Soy pendenciero, nadador de mares, paracaidista, saltador con cuerdas, especialista, apuntador, fusilero.  Soy burro de carga, soy enfermero, soy buen amigo si me necesitas. Lloré la amargura y reí la alegría en un camino que muchos han deseado, pero que muy pocos han transitado.
Nadé en mares salados y en ríos dulces y tragué más agua que una esponja. Me ahogué en el polvo de senderos perdidos. Dormí en huecos de barro y colgado de hamacas bajo la lluvia como un murciélago. Caminé kilómetros bajo la nieve, con la mochila en la espalda y el frío en los huesos; escalé montañas y exploré la jungla y sudé hasta la última gota en desiertos secos. Volví a beber hasta quedarme gordo y seguí marchando, y entonces vi como la sal blanqueaba mi uniforme. Quemé mi piel bajo extraños soles de países lejanos, usé explosivos y demolí paredes y disparé munición hasta agotar cargadores.
No hay casi nada que no pueda hacer excepto rendirme. No hay cielo demasiado alto ni mar demasiado bravo donde no pueda llegar. He aprendido muchas lecciones. No disparo nunca antes que me disparen, pero cuando lo hago casi siempre acierto. Soy certero y silencioso porque entreno en solitario. Respeto a todos, no hiero a nadie y menos a un animal indefenso, pero aprendí que los hombres a veces no llegan a ser ni eso. Nunca he sentido lástima de mí mismo, porque llevo siempre una sonrisa en mi corazón.
Viajé en camiones por malas rutas, en helicópteros por cielos grises, en jeeps, en motos y en kayaks, pero mucho más sobre mis propias piernas, porque las tengo fuertes de tanto machacar suelo bajo mis botas. Aprendí que lo bueno debe hacerse en exceso, porque la moderación es solo para cobardes.
Comeré, beberé, caminaré, haré amigos y enemigos nuevos alrededor del planeta, y seré uno más entre todo el gentío de las calles del mundo. Aprenderé nuevas lenguas y viviré otras culturas, pero en el fondo acabaré siendo siempre yo mismo: un cabrón orgulloso de haber nacido en un pueblo de provincia, un tipo amigable pero a la vez arrogante y decidido. Porque he aprendido a vivir de una sola manera. Porque soy un amante, un combatiente, un navegante de mis propios sueños.
Porque siempre seré un Infante de Marina, o un simple aventurero disfrazado de soldado, hasta el día que me muera, o me reagrupe para seguir dando batalla.

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