"Los que pueden, actúan. Los que no pueden y sufren por ello, escriben. El acto de escribir, constituye una de las acciones mas profundas del sentir del ser humano. Ayuda a quemar la grasa del alma"

Ernest Hemingway.

lunes, 8 de febrero de 2016

Cuadernos balcánicos: regresando a la costa adriática

(Año 2014. Apuntes de un viaje por la ex-Yugoslavia)
Agosto 22
De nuevo en Dubrovnik. Ahora escribo desde otra realidad. 
Es increíble, en tan pocos kilómetros pareciera que la guerra vista más arriba, ahora solo hubiera sido un sueño, una comedia dramática y grotesca del eterno nada más.
Todos bajan hacia esta orilla. Todos buscan bienestar en las aguas del mar.
Llegamos a la costa al anochecer, por un valle hermoso y solitario, cuando la oscuridad es inviolable y los grillos comienzan a cantar.
Ahí está el mar Adriático, al alcance del oído, pero no al alcance de los ojos. Lo oímos pero no lo vemos, porque el derrotero de este viaje nos ha impuesto ya este itinerario de llegadas.
Un hotel junto al mar, un espejo de los sueños, una mujer amable y baja que sonríe en la noche y nos regala comida. Fotos de marineros jóvenes con pectorales anchos cuelgan de las paredes. Es nuestro refugio por un par de horas.
A la mañana corremos bajo la lluvia para alcanzar un colectivo que nos lleva a la ciudad o al puerto, y el agua que nos golpea la cara suena sobre los techos como tambores primitivos.  
Dubrovnik es un puerto croata en el sur del país, bañado por las tranquilas aguas del Mar Adriático, en la frontera con Montenegro. 
Accedemos ahora a unas murallas que rodean completamente toda la ciudad, y me parece increíble pensar en que este patrimonio de la humanidad protegido por la UNESCO, haya caído bajo las bombas, bajo la misma espiral de sangre, fuego y sin razón.
En octubre de 1991, el Ejército Popular Yugoslavo (JNA), los mismos carniceros serbios de Sarajevo y los mismos verdugos de Mostar, atacaron esta ciudad por tierra, por mar y por aire. Desarmada y sin posibilidad de defensa, Dubrovnik fue asediada hasta mayo de 1992, cuando el ejército croata la liberó. En el balance final quedaron 114 muertos y 35000 damnificados, entre heridos y desplazados.
Ahora en la ciudad el calor es soportable, y recorremos disfrutando de las vistas a derecha (el azul del mar), e izquierda (el rojo de los tejados que parecen perfectamente restaurados). El camino nos muestra una hermosa vista: en el interior, los tejados rojos contrastan con la blanca piedra de los edificios, y en el exterior, el Adriático sorprende una vez más con sus tornasoladas transparencias y juego de colores.
El mar está de un color azul zafiro y en general tranquilo. Y la tierra tiene ese aspecto rocoso y duro que me parece tan atractivo, mientras observo el cielo, que comienza a cubrirse de nubes. Todas están teñidas de azul, excepto una que es de oro.
Cae otra tarde sobre los Balcanes, y siento que es mi última vez aquí, un maravilloso atardecer apacible, cálido. Y en este sitio sobre las murallas medievales, al borde de la mar turquesa y de los tejados rojos masticados aquí y allá por la artillería serbia, soñar se hace más fácil.
Lástima que no sé dibujar. Es una visión maravillosa. Deseo haberla pintado.

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