Los pueblos indios, de su convivir con la naturaleza han aprendido por milenios su ser.
De ahí su dejo de silvestre frescura. De ahí sus cosmovisiones comunitarias en las que todo labora para la vida. De ahí la alegría de reencontrarse perpetuamente en sus fiestas. De ahí su resistencia secular brotando de su esperanza, recreando el proyecto de vida suyo, el del Dios. De ahí también su discordancia con un individualismo invasor que no deja de empobrecerlos.
Parado sobre aquella tierra negra y húmeda yo miraba a esa mujer en silencio. No sabía que decirle porque no hablaba su lengua. No podía comunicarme con palabras. Solo me senté en el suelo y la observé cocinar. Luego de un rato se me acercó para regalarme tortillas, hechas con un maíz de color azul.
Ese día aprendí acerca del valor de la paciencia, y del silencio.
Mi México :)
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