"Los que pueden, actúan. Los que no pueden y sufren por ello, escriben. El acto de escribir, constituye una de las acciones mas profundas del sentir del ser humano. Ayuda a quemar la grasa del alma"

Ernest Hemingway.

sábado, 13 de julio de 2019

Comodines de batalla


En el lugar del mundo donde nací, mucha gente todavía se pregunta para qué sirven los soldados. Entonces me digo que claro, que allí radica una de las causas por las que el país está como está; tan destartalado, enfrentado y fracturado en muchos aspectos, desde siempre. Pues esa es, por ejemplo, una de las jodidas formas de pensar que terminan jodiendo todo el asunto, en pocas palabras y entre otras cosas. La interminable secuencia cíclica que se repite década tras década. Porque esto no es nada nuevo, oigan, y si no revisen los libros de Historia, que allí está todo escrito y se cuenta que lo único nuevo es lo olvidado. Me refiero a esa incapacidad crónica, genética, cultural y existencial del argentino medio para reconocer errores y cerrar disputas ideológicas o partidarias. "Heridas del pasado", que le dicen. Eso es parte de la gente, de su patrimonio más intrínseco. En el fondo les encanta debatir sin llegar nunca a ninguna solución.
Yo no soy analista político ni nada por el estilo. Tampoco intento reflexionar para encontrar ninguna respuesta, pues tal cosa no me interesa. Simplemente soy un tipo que ha visto y vivido situaciones y que con ello cuenta las historias que le da la gana contar. Por eso lo que escribo más abajo me compete, pues me llega directamente y toca mi fibra más íntima. Es prácticamente lo único que me sigue importando de aquella tierra cruel que dejé atrás. Y en mi opinión es solo una pequeña causa del desmadre, dentro del cúmulo de dramas que es la Argentina. 
¿Para qué sirve un soldado? Bueno, les diré que entre otras cosas sirve para impedir que sucedan situaciones malas, o al menos eso es lo que nos dice la teoría.
En otro tiempo (uno que por cierto yo no viví), los soldados sirvieron para causas ingratas y oscuras, muchas veces nefastas, porque quienes los mandaban eran unos brutos, unos imbéciles y unos canallas, igual que los políticos de ahora: unos hijos de la gran puta, en su gran mayoría.
No obstante, creo que un soldado sirve también para cosas buenas, para cosas útiles, honrosas y dignas, siempre y cuando quien lo dirija sea honrado y digno.
En Argentina los soldados tienen mala prensa (lo sé porque lo viví personalmente durante más de 10 años), y las generaciones nuevas siguen pagando el precio de las viejas rencillas. El precio de sabor a moneda vieja en la boca que me tocó tragar a mí y a mis ex compañeros. Y a mucha honra, pues fuimos voluntarios para todo aquello. Voluntarios y además buenos profesionales. Siempre listos a cumplir una orden sin rechistar, a matar o a morir en nombre de la bandera, de la patria y de las jodidas buenas intenciones.
Sinceramente espero que Argentina nunca necesite realmente a los soldados porque no se lo merece, y espero también que su “brillante” política exterior siga siendo tan "razonable" como hasta ahora, porque el día en el que todo falle y la cosa se vaya al carajo, se necesitarán soldados para hacer "cosas dignas” en favor del país. Necesitarán que alguien les junte la basura, que les tape cuando haga frío o les saque las papas del fuego, como quien dice.
A fin de cuentas, mirándolo bien, los soldados son gente especial, igual que los bomberos o los policías, dispuestos a afrontar penurias, la mutilación y la muerte por poca paga, o por ninguna. Voluntarios o profesionales (como fui yo), forzosos cuando les toca, lo cierto es que están listos para dejar el pellejo donde otros no lo dejarían nunca. Y mientras tanto, mientras los soldados se juegan la piel, los muchos progres cobardes atrincherados detrás de una pantalla de ordenador ladran necedades, cafecito en mano y arropados entre algodones durante el invierno. Escupen tonterías creyendo que así se arregla el mundo. Además de risa, me dan ternurita.
Sería ideal que no hicieran falta, claro. Pero de lo ideal a lo real hay mucho hijo de puta de por medio. Y mucha injusticia y mucho hambre. Mucha retórica cobarde de canallas disfrazados de corderos. Cuando el mejor de los tontos y de los ignorantes se estrella contra realidades, los soldados se vuelven útiles. Y hasta se los felicita.
Ahora puedo opinar desde afuera lo que antes no podía, porque era un subordinado que creía en la causa y que respetaba las normas. Que las cumplía. Fui uno de ellos, como dije, a mucha honra. Y oigan, dije "creía", en tiempo pasado, pues con los golpes y con la vida uno se vuelve desconfiado hasta de su sombra, y entonces afina la mirada. Hoy no creo en casi nada y menos en causas masivas, como ese inútil "juntos podemos", pues, como escribí hace poco, el ser humano termina siempre salvándose solo, y el que no puede muere en el intento. Es que mi escepticismo tiene su fundamento a punta de pelear y de buscarme la vida, "pa que sepa usté, compadre".
Pienso que aquel que no quiera ver que en la vida real hay tipos anónimos dispuestos a jugarse la vida por intereses ajenos, es un perfecto imbécil.
Y la verdad es que hoy, como ciudadano civil ya alejado de esa vida y de mi patria y de todo, prefiero que haya más gente dispuesta a matar y a morir en mi nombre en caso de, y que esa gente esté de mi lado cuando las papas quemen.
Me gustaría saber que haría la Argentina si se quedara sin soldados, palabra que todavía hoy suena tan "fachista". 
A falta de soldados, tal vez los políticos inviertan dinero en besitos con lengua, o esperen a reír todos juntos tomados de la mano con los besitos que reciban de usurpadores ajenos, o de la horda de cabrones de turno que, luego de violar fronteras y empernarse a todas las féminas que habitan alrededor, lleguen hasta las mismas puertas de sus casas a darles con la cimitarra por el culo. 
Ocurre que el mayor problema en la Argentina es la ignorancia, que al mezclarse con la estupidez, hace que el asunto se vuelva insoportable. Es que si no vemos arder Troya en Beirut, estamos perdidos.
Yo he vivido y trabajado junto a algunos de esos hombres honrados y, como en todos lados, naturalmente también conocí a otros que eran mediocres. Por eso es tan importante saber separar la paja del trigo y no meter todo en una misma bolsa al grito infantil de "no les tenemos miedo". Porque eso, además de ridículo, es idiota.
Pero en fin, como les decía. Para eso sirve un soldado decente, porque los hay. 
Sirve para que lo maten por ti sin complejos, cuando haga falta.

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