"Los que pueden, actúan. Los que no pueden y sufren por ello, escriben. El acto de escribir, constituye una de las acciones mas profundas del sentir del ser humano. Ayuda a quemar la grasa del alma"

Ernest Hemingway.

jueves, 27 de abril de 2017

Ciudad del miedo (Ville de peur)


Era un tiempo extraño. Aquella vez regresaba a la ciudad con ganas de vivir y de pasarla bien, pero el sitio tenía ahora un aire distinto. El miedo flotaba en las calles. 
Al final del puente, tomé los muelles en dirección a Saint-Michel, donde rentaba una habitación de hotel barata en la que pasaba las noches. Por la mañana había leído las noticias en los periódicos: otra alerta de atentado en el sector de Champs Élysées. Fanáticos yihadistas dejaron un policía malherido y otro muerto. La paranoia enloquecida de la gente que caminaba de prisa mirando al suelo, y que al escuchar cualquier ruido en la distancia se paraba en seco, pero sin mirar atrás. Grupos de paracaidistas del ejército demasiado nerviosos para sostener un fusil, patrullaban los parques en torno a Notre Dame.
Caminando hacia los muelles, como decía, oí gritos, varias veces repetidos, que subían hacia la calle desde el río. De a ratos se apagaban repentinamente. Luego regresaban. El silencio que seguía en la noche que llegaba me parecía interminable. En un momento me vi temblando, creo que de frío.
Lo que escuchaba, en efecto, eran gritos, pero gritos de alegría que salían de la ciudad. Entonces recordé que esa alegría y esa fiesta estaban amenazadas. Porque entendía que aquel gentío en festejo lo sabía, y que también pudieron leer en los diarios, como yo, que el bacilo del terrorismo no muere ni desaparece nunca, que puede permanecer durante meses y años inclusive, durmiendo en bares y restaurantes. Que está esperando pacientemente en las esquinas, en las estaciones del metro, en los clubes nocturnos, en los aeropuertos, en trenes y en buses, y que cuando llega, para mala suerte y desgracia de los hombres que encuentra a su paso; el terrorismo despierta a sus ratas y las envía a morir en nombre de no se cuantas estupideces, justo en medio de una ciudad feliz.

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