"Los que pueden, actúan. Los que no pueden y sufren por ello, escriben. El acto de escribir, constituye una de las acciones mas profundas del sentir del ser humano. Ayuda a quemar la grasa del alma"

Ernest Hemingway.

jueves, 11 de mayo de 2017

Fantasmas del pasado

Gracias a esta fascinante herramienta con que contamos hoy, llamada tecnología, finalmente logré dar con este material donde se ve lo que viví personalmente en la isla de Chipre, durante mi despliegue de 6 meses junto a los cascos azules de la ONU.
En el año 2005, las pequeñas localidades de Denia y Mamari (ubicadas a ambos lados de un valle donde teníamos nuestro puesto de observación y base de patrulla), eran semejantes a otros pequeños pueblos de Chipre situados en las zonas de cultivo: una calle principal con sus tres cafés, su círculo de antiguos combatientes, y algunos almacenes griegos y otros turcos enfrentados mutuamente.
Por todas partes había alambradas que delimitaban campos minados y los musulmanes caminaban deslizándose pegados a las paredes, evitando tropezarse de frente con los cristianos ortodoxos. El odio entre ellos se había vuelto una cosa viva, palpable, y tenía su olor y sus costumbres particulares; por las noches gruñía en las calles desiertas como un perro hambriento. Pero pocos veían eso.
Entre aquellos campesinos civiles y nosotros, soldados de la ONU, había trincheras y puestos militares turcos y griegos, con sus bolsas de arena apiladas sobre las posiciones, sus camiones, sus torres de vigilancia erizadas de altavoces, y sus guerreros equipados con cascos y fusiles, gente convencida y dispuesta a matarse ante la primera provocación del vecino.
Lejos de nuestro país de origen, nosotros habíamos encontrado una patria artificial en la amistad de esos granjeros orgullosos, y en los brazos de aquellas mujeres de ojos almendrados.
Hace algo más de una década estuve allí, trabajando en nombre de una paz que nunca llegó. Porque el conflicto continúa todavía hoy, en silencio, convirtiendo a la capital, Nicosia, en la última ciudad dividida de Europa. 
Tengo la esperanza de que, algún día, en aquel rincón tan hermoso del mundo vuelvan a reinar la calma y la tolerancia verdaderas. Pero siendo muy sincero, realmente no se si eso vaya a suceder alguna vez.
La crueldad y la guerra son las dos únicas formas que, a mi juicio, permiten observar el mundo de manera más clara y objetiva, porque la violencia es el estado natural donde el ser humano se muestra más sincero, más transparente, más vulnerable y a la vez más receptivo. De la maldad se aprende y mucho, porque es la esencia más primitiva y fundamental de todos los individuos, o sea, de todos nosotros.

Este documental es la otra cara de un Chipre que las agencias de turismo nunca van a promocionar, simplemente porque este tipo de historias no vende.


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