"Los que pueden, actúan. Los que no pueden y sufren por ello, escriben. El acto de escribir, constituye una de las acciones mas profundas del sentir del ser humano. Ayuda a quemar la grasa del alma"

Ernest Hemingway.

domingo, 9 de abril de 2017

Una de fieles contra infieles (y viceversa)

Resulta que la otra noche, mientras veía las noticias en la tele, me di cuenta de que los yihadistas islámicos van a terminar ganando.
Y van a ganar no por estar locos, sino porque están hartos, y porque tienen huevos. Los derrotarán en Irak o en Siria pero van a triunfar y seguirán poniendo bombas en aeropuertos y arrollando gente por las calles, porque son jóvenes, porque tienen hambre, un rencor histórico acumulado y absolutamente comprensible, cuentas que ajustar, desesperación y fuerza demográfica. Occidente y Europa en cambio son viejos, cobardes, caducos y no se atreven a pelear de verdad para defenderse.
La cosa es que los de la tele dijeron que en el norte de África, en Marruecos o en Argelia o en no sé dónde, unos cabrones armados hasta los dientes chocaron de frente con un camión de esos con ruedas grandes y cargados de turistas blancos que suelen ir al desierto del Sahara en busca de buenas fotos, cerveza fría, mujeres locales y bellas puestas de sol.
El asunto es que el camión de turistas no paró y entonces los asaltantes les soltaron una sarta de tiros que no los hicieron guiso de milagro. Y después los del turbante escaparon con el botín: el camión y todo lo que llevaba dentro, incluidos los cuarenta turistas que iban a bordo, y solo dejaron a los conductores allí, al rayo del sol, con cara de "que mierda pasó aquí", y todo eso.
No me digan que no les suena interesante. Los Lawrence de Arabia de turno, que no sé cómo se llamaban ni me importa, viajando allí en medio de la arena con sus cámaras Canon y sus botas de trekking y sus abrigos de gore-tex y sus anteojos Oakley y toda la parafernalia que suelen llevar los turistas del mundo feliz, corriendo por las dunas y sacándoles fotos a los camellos mientras cagan. Iban así, me imagino, muy contentos y felices, luciendo de a ratos esa jeta dura y audaz que ponen los “aventureros” de mentira cuando tienen la seguridad de que en el hotel les preparan la camita y hasta les calientan el agua del jacuzzi, y que se pierden dentro de un sauna si les quitan el GPS. Iban así, como les decía (y a ver si lo digo de una puta vez), y en una de esas el copiloto le indica a su compañero: oye, mira, unos aborígenes que nos saludan al borde de la pista, procura no echarles mucho polvo ni atropellarlos como al negro de hace tres días, que éste es un viaje racialmente correcto, o algo así. Y el conductor, que va en su mundo y lleva un retraso cronometrado de una hora para pasar por otro hotel, está a punto de decir que se jodan y meter otro cambio cuando el copiloto comenta qué curioso, oye, fíjate en los negros, o los árabes, o lo que carajo sean ésos, que nos hacen señales de parar, y llevan algo al hombro, como si nos fueran a hacer una foto, o tomarnos un video. Hay que ver qué cariñosos y entrañables son estos negros de color, tan muertos de hambre y escuálidos y aún les queda simpatía para acercarse a saludarnos cuando pasamos a toda mierda, que te dan ganas de parar y regalarles un llavero de nuestro viajecito feliz exclusivo para blancos. Y el caso es que eso que llevan al hombro es una cámara de vídeo algo rara, ¿no te parece? Así, tan larga y verde. Y qué estupidez, no te lo vas a creer pero yo diría que más que grabarnos con ella, nos apuntan. Hay que ver lo que son los espejismos del desierto, colega. Te vas a reír cuando te lo diga. ¿Pero no te parece que nos están apuntando con un bazooka? Ja, ja. Y el caso es que yo diría que parece... mierda. Para, para, para, para, no me jodas. Esos hijo putas tienen un bazooka.
Les juro a ustedes que habría pagado por verlo. O por estar allí con mi turbante, mis pies descalzos, mi RPG-7 o mi Kaláshnikov al hombro, y el cuchillo entre los dientes haciéndome relucir la sonrisa. Salam Aleikum, idiotas. Bingo. La pandilla de turistas felices saliendo de la curva, los árabes acribillándoles a tiros, y el conductor y su copiloto cagándose en las patas mientras los sacan a rastras del camión. 
Hola míster Europa, ¿Qué onda, cómo va esa vida? Pongo en tu conocimiento que eres el tercer héroe de la ruta que cae hoy. ¿No querías aventura? Pues aquí tienes aventura gratis, colega. Y fuera del programa, lo cual tiene más morbo. A ver las llaves del camión, y el casco, y la billetera, y el Rolex ese que llevas en la muñeca. Y den gracias que les dejamos la cantimplora, y también que ya hemos violado hace un rato a una linda francesita y venimos aliviados; porque si no, pum, íbamos a ponerlos mirando hacia La Meca para que se fueran del desierto con un lindo regalito en el culo. O a ver si creen, ilusos, que pueden venir cada quince días a pasarnos por las narices los camiones, y las mochilas y los relojes y los helicópteros, a marcar tecnología y paquete jugando a Rambo con todos los riesgos cubiertos, y radio, y apoyo logístico, y vehículos de súper lujo, y cascos blindados de kevlar, y equipos de gore-tex que valen un huevo de la cara; que con sólo lo que cuesta uno de esos guantes que llevan para que no les salgan ampollas al cambiar una rueda podría vivir aquí una familia durante año y medio. Y encima, al final de todo, todavía quieren hacerse fotos con nosotros para contarles después a los del bar de su pueblo lo exótica y lo típica y lo aventurera que es toda esta mierda. 
Así que gracias por el camión y todo lo demás, pedazos de infieles. Esto sí que es solidaridad con el Tercer Mundo, y no la miseria de arroz que nos tira la Cruz Roja. Vayan por la sombra, y hasta el mes que viene.
Entonces, como les decía, el terrorismo islámico va a ganar. Simplemente porque tienen huevos.

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