(Un guardia fronterizo camina rumbo al control de un tren en la estación suiza de Buchs, cerca de la frontera austriaca)
Sebastian Galarza-Corresponsal en Suiza.
La noche es fría, apenas dos grados.
Los guardias fronterizos acaban de detener a un hombre joven que viajaba escondido en un tren.
Está vestido con unos pantalones cortos, una camiseta azul de mangas largas y unas chancletas de plástico bajo sus pies descalzos.
"Una vez más", grita el hombre moreno, de cabellos rizados y aspecto africano que se escondía en uno de los baños del convoy. Sin resistencia se deja atrapar. Camina despacio por el andén con las manos esposadas detrás de la espalda, mientras dos enormes policías lo escoltan a cada lado.Su delito: ingresar en Suiza sin papeles.
Estamos en el pueblo de Buchs, sobre la línea que marca la frontera entre Suiza y Austria.
El reloj de la estación de trenes indica que son las dos y media de la mañana, y varios policías con perros montan guardia en el andén número 9, que es la única plataforma donde llegan los trenes que vienen desde Austria.
“¿De donde viene?”, pregunta en inglés un guardia de fronteras. “De Siria”, es la respuesta.
El hombre ha recorrido un largo camino para llegar hasta aquí. Saliendo desde Homs, su ciudad natal en Siria, esquivó a señores de la guerra, negoció con traficantes de personas y jugó a las escondidas con las bombas y con los francotiradores fanáticos. Hizo la misma ruta que elige la mayoría de los desplazados por la guerra en Siria: atravesando Turquía, Macedonia, Serbia, Hungría, y por último Austria, para llegar hasta esta estación de tren en Suiza donde ha sido detenido.
Burló a la muerte en varias ocasiones para intentar salvarse, y hasta ahora lo ha logrado. Le gustaría continuar por Francia rumbo a Gran Bretaña, donde tiene algunos familiares.
Pero por ahora, sin embargo, su viaje termina aquí, en este pequeño pueblo situado entre el Lago Constanza y los Alpes.
Aparte de una bolsa de plástico el hombre no tiene ningún equipaje. Su nombre es Abdel Azim y viaja prácticamente con lo puesto.
Este inmigrante es uno de los primeros detenidos esta noche por los guardias fronterizos. Al final del turno serán 42 adultos y un niño.
El tren cubre la ruta Viena- París y pasa también brevemente por Suiza, entre Buchs y Basel.
No hay paradas regulares, sólo un control técnico en Buchs, donde no se proporciona ningún suministro ni servicio.
Sin embargo, desde los últimos meses la Guardia de Fronteras de Suiza ha comenzado a recorrer los trenes en Buchs . Quién resulta atrapado en el viaje sin documentos de identidad, sin visado o sin permiso de residencia en Europa, es enviado esa misma noche de regreso a Austria, o al lugar de donde venga.
El mismo procedimiento de control se realiza ahora mismo en casi todos los países europeos, y los inmigrantes irregulares descubiertos son detenidos y reubicados en centros de acogida. Si se comprueba una necesidad real de asilo se los acomoda, pero los que no logran ese estatus son deportados inmediatamente, de manera cortés pero irreversible.
La situación de refugiados como Abdel Azim se ha transformado en una crisis gravísima, que demuestra una falta absoluta de control sobre esta inmensa marea humana que viene, en este caso desde Siria, y que pone en grave peligro el futuro de todo el continente europeo.
En Suiza generalmente no hay controles policiales en los trenes. No está permitido a causa de una ley de libre circulación de personas que el Tratado de la Comunidad Europea estipula. Sólo hay autorización para controles detallados, para sospechosos de terrorismo, por ejemplo. Pero, aunque sólo en Francia son activos, estos controles significan mucho trabajo adicional para la Guardia de Fronteras de Suiza.
“No hay intérprete que pueda comprender todos los dialectos que habla esta gente. Muchas veces son kurdos que se expresan en lenguas de la montaña, tan antiguas que no tienen siquiera traducción al idioma árabe. A todos se les coloca una banda de color con un número alrededor de la muñeca para evitar la confusión”, dice un oficial fronterizo que está parado tras un vidrio donde se amontonan los indocumentados.
Tal vez la vieja y cansada Europa esté comenzando a pagar sus deudas morales después de tantos siglos de colonialismos, opresiones y abusos a sus vecinos árabes y africanos.
Tal vez deba yo tomar conciencia de que en este momento soy testigo privilegiado de un nuevo éxodo. El mundo vive ahora mismo y una vez más, la brutal tragedia humana que producen las guerras.
El drama ha llegado esta noche al paraíso, y en las puertas de la apacible Suiza ya se sienten los golpes.
Realmente produce tristeza ver esto.